jueves, 3 de junio de 2010

LA LEYENDA DE LA CRIPTA (SEPÚLVEDA)

En noroeste de la provincia de Segovia, dentro del Parque Natural del río Duratón, existe un pueblo llamado Sepúveda (que significa siete puertas públicas). En sus tiempos, hace muchos años, era un pueblo muy importante, más que la capital, Segovia, y tenía casas importantes, una gran muralla y sobretodo, iglesias.

Pues bien, cuenta la leyenda que en una de sus iglesias, la iglesia de Santiago, era famosa porque en ella enterraban a gente famosa y rica del lugar, con sus joyas, sus riquezas, oro, monedas... Nadie lo sabia, o casi. Un guarda descubrió cómo enterraban a la gente en ese lugar y se propuso robar las joyas y tener dinero, es decir, ser rico. Cuando enterraban a alguien, éste guarda iba al tercer día, por la noche, y se colaba en la cripta por una ventana con rejas, la cual rompía para robar. Levantaba las tumbas, cogía todo lo que podía y se marchaba sin dejar ni rastro.

La gente del lugar, los responsables del pueblo, alguacil y jueces se dieron cuenta de que algo estaba pasando. Se propusieron averiguar quién era la persona o personas que estaban saqueando las tumbas y robando a los muertos. Así que, cuando murió una persona rica y adinerada se turnaron para ver lo que ocurria y comprobar quien o quienes robaban a los muertos. El primer día... nada, el segundo... nada, y el tercero... a las 3 de la mañana descubrieron que alguien entraba en la cripta...

Encendieron las luces y le pillaron. Empezaron a interrogarle los jueces pero nada, el ladrón no soltaba prenda, se defendía diciendo que él también quería averiguar lo que allí ocurría. Por más que insistían no lograban sacarle nada, el ladrón no confesaba.

Dado que no tenían pruebas decidieron dejarle marchar, pensando que ya le pillarían en otra ocasión... pero cuando el ladrón iba a salir por la puerta (ventana con rejas que había roto para entrar) se oyó un ruido.... ¡la piedra de una de las tumbas se abrió! Todos los que allí estaban se quedaron atónitos, muertos de miedo... El muerto que ocupaba el lugar se levantó y dijo: "no le dejéis marchar, el que roba las joyas a los muertos es..... ¡EL!

Los guardas y jueces lo detuvieron y le juzgaron por todas las fechorías y robos que había hecho.

Desde entonces, nadie ha vuelto a robar en la iglesia de Santiago y nunca más se volvió a enterrar allí a gente con sus joyas y dineros.


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